Por Los Codos

Marcelo Moguilevsky

¿Vos qué sentís que te comunica con ese afuera?

MoguilevskyY… va cambiando… éste es el tema también. El cambio es como cuando vos besás a tu mujer y pensás que en ese beso va todo y un día te das cuenta que no… que ahora lo que te gusta es que tu mujer te lea cosas interesantes; y el beso… también, pero el foco va… si vos seguís pensando que son los besos, sonáste, porque esos besos por ahí se secaron en algún momento, aunque después reaparezcan. Y a mí me pasa lo mismo, porque yo me enamoro mucho de los proyectos que hago; entonces cuando entro con el klezmer y lo desenvuelvo y lo desarrollo y lo desatornillo y lo vuelvo a armar, tengo la sensación de que ya encontré lo que necesitaba: mis raíces judías, una mirada propia sobre eso, una mirada argentina sobre eso, una exportación del producto hacia los mercados del mundo, hasta te diría ponerme como en primera línea en los mercados del mundo porque somos reconocidos como de lo mejorcito que hay en el ambiente… y después me di cuenta de que no era eso…

Y Mogui se sonríe con ganas, con sinceras ganas, pero a la vez con cara de preguntarse “¿de qué me estoy riendo?”, una sonrisa que –disculpen pero de berretinero nomás quiero incluirlo acá- me hizo acordar al pasaje de Sobre Héroes y Tumbas de Sábato, donde Alejandra escuchaba la sonrisa de Martín, sonrisa que en realidad era un “raro sonido que en ciertos humanos se produce en ocasiones muy insólitas y que, acaso por precariedad del lenguaje, uno se empeña en clasificar como risa o como llanto”.
Esto eran risas nomás, pero me acordé de lo que me acordé y me parece justo remarcar que a MM (quedó dicho, otro para la competencia… ¡MM!) se lo ve bien, predispuesto, hasta entusiasmado en esta nueva etapa; y con muchas ganas de hablar. Y mirá con la comparación que te sale:

Es como cuando Sísifo lleva la bola hasta arriba de la cima y después se le cae y el chabón tiene que bajar a buscarla y empezar a tirar de nuevo para subirla… y yo quiero imaginarme a Sísifo feliz en esa tarea que es “simplemente” llevar la bola hasta la cima y cuando llega arriba se le cae… y vuelve a levantarla… o sea, estoy convencido de que es el trabajo del artista; después el resto… es el mercado; es otro problema. Por eso en un momento lo que me conectó fue el klezmer, en otro momento fue tocar mucho, muchísimo, con muchos proyectos y estar todo el tiempo tocando; es más, en un momento había pensado en encontrar algún bar pedorro de Ramos Mejía, de donde fuere, disfrazarme y salir a tocar… no sé… jazz, que no es lo que yo hago, ¿entendés? Encontrarme dos chabones amigos y a tocar dos veces por semana porque necesitaba estar todo el tiempo arriba del escenario, porque eso… me hacía feliz… aparentemente, me conectaba; pero es como todas las cosas: cuando uno rutiniza es cuando uno deja la pregunta y cuando uno deja la pregunta deja de ser artista para tener solamente el oficio; esto de los mecanismos, como dejar expuesto que vos sos un capo en saber los mecanismos; ahora… de ahí al disfrute hay una enorme distancia o a que te conectes realmente con vos.
En la época en que apareció esta crisis yo hablaba con la gente y me decían “pero si vos cuando subís al escenario… vos y la música son una misma cosa y tu cuerpo con la flauta…”; y sí chabón, eso yo lo vengo haciendo desde los 7 años, ésa fue la que abrevé y con ese traje me vestí cuando era muy chiquito, pero… ¡tiene que haber algo más, no puede Mogui - Lernerser que sea eso nada más! Ahora me aparece en la lectura, en la escritura, de golpe en la composición; hoy me conecta estar componiendo; me conecta conmigo, con la pregunta y probablemente con el afuera, eso lo veremos cuando muestre lo que estoy haciendo acá; ahí veremos si logro seguir conectado y cerrar el círculo artístico, eso del artista que compone y luego muestra y viene la devolución de la gente y sigo componiendo y muestro y así…

Vos decís que estás desde los 7 años…

Sí… por decir una edad… por ahí es anterior… pero hace mucho ya…

Y en el comienzo fue una flauta

Exacto: y en el comienzo fue una flauta, como me decía un fanático que me agarró el otro día en el colectivo y me dijo “mirá, te vas a enojar por lo que te voy a decir, vos sos un gran músico pero lo que hacés con la flauta no lo hace nadie en el planeta, mirá que escucho todo eh… lo demás… lo tocás bien…” y tiene razón el guacho; yo sé que es así, lo comparto; pero me causó gracia la vehemencia, “te voy a contar la verdad” parecía decirme; y yo le decía que tenía razón, ese instrumento primigenio a uno lo marcó, una suerte de primer amor.

¿Qué hay de cierto de una rotura “accidental” de la primera flauta?

No, no, no, no… eso es más que cierto. Tengo varias roturas “accidentales” que muestran a las claras los vericuetos que yo tenía que sortear para ser músico, por ejemplo: las primeras flautas, las que había acá, eran de plástico; entonces empiezo a molestarlo a mi viejo para que me compre una. Con mucho esfuerzo logro que me traiga de un viaje que hace a Israel y Europa y trae un paquete de regalo y empecé a agradecer por lo que sería mi flauta traversa; y al abrirlo vi que era una melódica Honer verde horrible, intocable y lo miré a mi viejo y le dije “no… no era así…”. Yo en ese entonces tenía 12 años. Un par de años más tarde logro que un amigo me traiga una flauta contralta de madera, de medio pelo, pero para mí era… además acá no había nada, imagináte, mediaban los ‘70s… entonces yo estaba tocando un día mi flauta en el patio, donde mi viejo tenía un negocio (Diamante, Entre Ríos) y en un momento la suelto para tirarme una siestita; en eso viene mi viejo y se sienta arriba de la flauta y la hace polvo. Te juro: polvo. Me despertó el ruido; miro hacia el costado y mi viejo que dice “Ooops”… y después de eso, mirá que interesante la psicología, porque eso marcó una serie de roturas. Un año después de eso mi viejo logró comprarme una Honer de pico de plástico blanco y cuerpo de madera; y yo la llevaba a todos lados porque era mi pasaporte anti-timidez; en cualquier lugar que estuviera, sacaba la flauta y tocaba y después me daban bola porque el aspecto no me ayudaba para nada, así que iba con la flauta en el bolsillo de atrás, me siento en el colectivo y se me parte. Después, a los 17 me voy a Europa y logro independizarme; tenía unos manguitos de haber laburado tocando en fiestas y vendiendo hilos en la mercería de mi viejo, o sea, mucho trabajo para irme y…

3 thoughts on “Marcelo Moguilevsky

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *