Guido Martínez
Y Latinaje, ¿es latin jazz?
Yo creo que sí. Tocamos ritmos de Latinoamérica. Desde ese punto de vista, sí. Pero no los tocamos en forma tradicional. Y vuelvo a lo anterior. Es inevitable, para bien o para mal, escuchar varias cosas. Y creo que a la mayoría de los músicos de mi generación les pasa lo mismo. Hoy sale un disco en India y lo podés escuchar por internet. ¿Me voy a cerrar a esa posibilidad? ¿Y vos te creés que no se va a reflejar en lo que toque?
¿Y no te parece que en el latin…?
A vos el latin jazz no te gusta…
No apunto a eso, sino a que ¿no es más fácil “parecerse a otro” en el latin jazz?
No… en el tango es muy fácil parecerse a Troilo y a Piazzolla.
Mirá vos… ¿y está el tango en Latinaje?
No. Al menos yo no lo escucho en el grupo. Amo el tango, vivo escuchándolo, pero en Latinaje no lo encuentro.
¿Le tenés respeto o no te sale?
(Carcajadas) Todo lo que dijiste en esa frase… le tengo respeto y no me sale (risas). ¡Al latin jazz también! Es algo más natural, nadie dice “mañana voy a tocar esto”. Te surge, no son decisiones mentales. Es más sanguíneo.
Y al margen de Latinaje ¿tuviste otros grupos propios en forma paralela?
No… participé en muchos proyectos; con Beto Caletti, con Snajer, Inés Bayala, Lito Vitale… es que Latinaje me absorbe mucho; pensar en un proyecto nuevo sería cortar con Latinaje…
Pero… dos discos en 5 años…
Y… me tomé un año y medio sabático…
Igual sos lento…
Muy. Escribo, borro, escribo, borro…
¿Y todo para que después no te guste?
No me gustan los temas. Lo que me gusta es la sonoridad final del grupo. Descarto mucho material, cambio de tonalidades…
¿Y por qué los temas son largos?
Porque quiero que pasen cosas.
¿Y no podés hacer que pasen cosas en 4 ó 5 minutos?
No me sale (risas). Me encantan los temas cortos. Una de las cosas que más me gustan de trabajar con Beto (Caletti) es eso. Disfruto de una manera tremenda. También me gusta eso del folclore. Pero en Latinaje necesito que pasen cosas.
Pero ¿y sacando solos? Porque vos no hacés prácticamente no hacés…
Es que soy un mal solista. No me gusta cómo soleo.
Bueno… vendéte un poco porque decís que tus temas no te gustan, que sos malo haciendo solos, que muchas cosas no te salen, a ver… te ayudo un poco: sos bien parecido, buen muchacho… etcétera…
(Sonríe) El solo que grabé lo hice a pedido de los chicos.
¿Pero por qué entonces creés que los otros músicos con los que tocás te brindan el espacio para tus solos?
Es que yo en Latinaje soy arreglador y director; no soy bajista o compositor. Por ejemplo, con Caletti me encanta hacer solos. En Latinaje estoy en el arco, quiero que los demás suban y lo que más disfruto es poder encontrar el momento en que uno le tira el centro a otro. Ahí el goce es total. Y en el momento del solo de bajo tengo que salirme del arco y odio eso.
Te transformás en una especie de Chilavert gordo al que le cuesta volver.
(Risas) ¡¡¡Totalmente!!!
¿Tuvieron poblemas con la distribución de los números?
A mí me encajaron el 10. Yo quería el 1, pero no hubo caso. Se lo quisimos poner al Pipi (Piazzolla) y no quiso saber nada. Tajante. No y no.
Bueno… tal vez se quiso cobrar la vez en que lo dejaste de garpe en Escalandrum…
(Sonriendo) Él dijo eso, vos lo publicaste y a mí no me participaron…
Acá estás…
Lo adoro al Pipi y doy fe de que me respeta y me quiere mucho. Pero la cuestión fue que estábamos en Clave Latina, empecé a escribir música, desarmo el grupo y armo Latinaje. Lo convoco y me dijo que no, igual que Nicolás Guerschberg. Y yo quería escuchar la música tocada por ellos. Pero no hubo caso. Vinieron al primer concierto que fue en el Sindicato de Músicos, tocaban Natalio Sued, Abel Rogantini, Rodrigo Domínguez, Fernando del Castillo, fue hace unos diez años. Termina el show, se me acercan y me dicen que querían tocar en la banda. Y bueno… ahí entraron…
¡Un dictador!
Y… fue duro… incluso algunos cambios que hice ahora también fueron duros.