Por Los Codos

Simon Nabatov

Tu padre era ruso, vivió en Alemania y los americanos le decían “tenés un alma americana”… ¿Qué impacto tuvo en tu vida esa condición multicultural? ¿Vos también te sentís un ruso que vive en Alemania y con un alma americana?

Compaginar lo que me preguntás es bastante complicado. Mis padres… y lógicamente yo, somos rusos judíos. Y es un deber expresar que los judíos que crecieron bajo el régimen soviético no pudimos aprender mucho sobre religión o sobre la historia de nuestros ancestros y lo que ellos practicaban. Pero igual fuimos castigados por el solo hecho de ser diferentes. Así pues, que el quiebre comienza a gestarse allí. Pasé diez años en New York y llevo 18 en Alemania y si bien eso me otorga un carácter cosmopolita jamás llegó a convertirse en lo que se denomina “síndrome de ninguna parte”, por lo menos en lo superficial… 

¿Y en la profundidad del alma?

En términos del alma (reflexiona)… Creo que Estados Unidos fue lo que menos huellas dejó en ella (refiriéndose al alma). Me siento ruso por lenguaje, por cultura y porque allí crecí. Te podría decir que me siento europeo, definitivamente… Claro que, por momentos, afloran en mí ciertos aspectos judíos también.

Naciste en Rusia, desarrollaste gran parte de tu carrera en New York y ahora vivís en Alemania… ¿En que lugar sentís que estás en “tu hogar”?

Como si pintara mi aldea, ¿no? “Hogar” no es algo que pueda llegar a relacionar con lo que me rodeaba en Moscú. Ahora que vivo en Colonia (Alemania) empiezo a sentirme más cerca del concepto de pertenencia o por lo menos tanto como puedo.

 

Y con relación a la música… ¿cuál es “tu hogar” ?

Obviamente la música clásica. También la clásica de Rusia… Más tarde el hogar fue el jazz y ahora la nueva música.

 

Regresemos a tus inicios. ¿En el principio sentiste que debías ser músico por tradición familiar?

Por un largo tiempo… ¡sí! Fue por tradición. Pero más tarde, durante el período de la rebelión adolescente, comencé a sentir que estaba tomando mis propias decisiones…

 

¿Recordás cuál fue la primera pieza que tocaste?

No…

¿Cuándo y cómo descubriste el jazz?

La verdad es que no tuve que ir muy lejos para descubrirlo. Mi padre fue y es un gran fanático del jazz. Él tenia una colección enorme de grandes LP’s, así que fui creciendo no sólo escuchando clásica sino también jazz, todo el día.

Luego ingresaste en The Central School of Music… ¿cómo fue esa experiencia?

La escuela para mí significó mucha práctica, presión para llegar a ser lo suficientemente bueno y muy pocos momentos libres que, según recuerdo, ocupaba jugando al fútbol. Todo muy estricto, rígido y académico.

DenisovLuego fuiste al Conservatorio de Moscú…

El Conservatorio fue mucho más interesante. Tuve la oportunidad de estar cerca de Edison Denisov, uno de los grandes compositores del avant-garde soviético y eso me posibilitó desarrollar diferentes intereses a pesar del régimen imperante.

Tu familia emigró a USA en 1979… ¿te adaptaste bien?

Supongo que sí, aunque me tomó un tiempo absurdamente largo (risas).

Allí ingresaste al Juilliard School of Music. ¿Quiénes fueron tus maestros allí?

Ania Dorfman y luego Josef Raieff

 

¿Y después?

Decidí concentrarme en el jazz y paré de tocar música clásica. Mientras permanecí en New York hice cualquier cosa para intentar sobrevivir como músico. Tocando solo en un restaurante, acompañando un coro en Brooklyn y algo con unos cantantes rusos bastante conocidos. Viajé con ellos a través de todo Estados Unidos… toqué música de cámara o jazz en clubes alrededor de la ciudad. Y si gasté bastante tiempo en los clubes de jazz fue porque me permitía empaparme de música e ir absorbiendo lo que te da la “universidad de la calle”, musicalmente hablando.

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