El Ojo Tuerto

Eliane Elias: Sigo Participando

EliasTeatro Gran Rex – Buenos Aires
Miércoles 19 de Diciembre de 2007 – 21:30 hs.

Debo ser yo.
No, no es un imperativo, como decir “tengo que ser yo”. Es algo así como un pseudo potencial; si fuera una pregunta, sería ¿seré yo? No… tampoco, mal ejemplo. Ya que el “¿seré yo?” puede llevar a la misma confusión. A que “yo” quiero ser “yo” y, por ende, no he podido lograrlo aún. Sigamos buscando. A ver… algo menos imperativo… “tal vez sea yo”. Tampoco, ídem anterior(es). A esta altura de los escritos, espero vayan entendiendo lo que quiero decir. Que me estoy cuestionando algo. O sea, dudo.

Descartes
La duda es un estado de incertidumbre, un límite a la confianza o la creencia (mirá vos…). Implica también desafiar (¿desafiar?) una verdad (¿verdad?) convencionalmente aceptada.
Podemos recurrir a Descartes y su Discurso del método; dicho método comienza poniendo en duda todo conocimiento anterior y actual (y el futuro, ni te cuento…). Por ahora nos plantamos acá, sin descartar nada, por supuesto.
Veamos, por ejemplo, qué se ha dicho sobre la duda:

  • Es menos malo agitarse en la duda que descansar en el error (Alessandro Manzoni).
  • Duda siempre de ti mismo, hasta que los datos no dejen lugar a dudas (Luis Pasteur).
  • En todas las actividades es saludable, de vez en cuando, poner un signo de interrogación sobre aquellas cosas que por mucho tiempo se han dado como seguras (Bertrand Russell)
  • La duda es uno de los nombres de la inteligencia (Jorge Luis Borges).

Esto me deja un poco más tranquilo.
Pero igualmente me preocupa un poco la cuestión…
Sí… ya sé que todavía no hice la menor referencia a “la cuestión”; ahí vamos.
El miércoles 19 de diciembre se presentó la pianista y cantante brasilera Eliane Elias en el Teatro Gran Rex de Buenos Aires. La acompañaron Paulo Braga en batería, Marc Johnson en contrabajo y Ricardo Vogt en guitarras. Se anunció como un homenaje a la música de Tom Jobim y Bill Evans.
Nacida en San Pablo, en 1981 Elias se trasladó a New York. Grabó más de 15 álbumes. Ha liderado el ranking de la “Billboard” en varias oportunidades; fue nominada al Grammy muchas veces. Solos and Duets, con el también pianista Herbie Hancock, fue considerado por la revista Musician Magazine como “un hito en los dúos de pianos”; encabezó rankings de ventas en Japón, obtuvo en 1999 el premio al “Mejor álbum brasileño” en la encuesta de la revista Jazziz. Últimamente participó junto a la Orquesta Filarmónica de Los Angeles, la Carnegie Hall Jazz Orchestra y actuó en el Lincoln Center de New York en ocasión del JVC Festival, donde también hicieron lo suyo (lo de cada uno, quiero decir; no lo suyo de ella) Sting, Gilberto Gil, Gal Costa y Caetano Veloso.
Esto me deja un poco más… intranquilo.

Tengo problemas con la música brasileña.
No es que no me guste, que la deteste o la ningunee. No señor; simplemente que mis referentes no son los de la mayoría. Porque he hablado con mucha gente al respecto y mis favoritos no son los de los entendidos o adeptos o fans o lo que fuere. Mi trilogía básica (orden aleatorio) se compone de Egberto Gismonti, Hermeto Pascoal y Elis Regina. Algunos escalones por debajo aparecen Naná Vasconcelos, Cyro Baptista, Cassia Eller…
Y por supuesto que no dejo de reconocer (atenti, escribí “reconocer”) a gente como Vinicius de Moraes, Tom Jobim, Toquinho, Ney Matogrosso, Joao Gilberto, Caetano Veloso, Chico Buarque…
Pero tengo problemas.
Algo ocurre con los argentinos en relación a la música de Brasil. Hay una particular adoración que siempre me costó entender. Pero también he notado una decidida ausencia de interés por lo distinto o lo desconocido. Todos (bueno, la mayoría) parecen necesitar Garota de Ipanema, Desafinado, A Felicidade, Aguas de Março, Agua de Beber, Chega de Saudade, Corcovado, Aquarela do Brasil, Insensatez, etc.
Y mientras intento buscar alguna diferencia sustancial entre las apariciones recientes como Adriana Calcanhotto, Preta Gil, María Rita, Ná Ozzetti, Ivete Sangalo, sigo pensando en Egberto, Hermeto y Elis.

A las 21:45 aparece Eliane Elias. Es rubia, muy rubia. Tiene el pelo largo, muy largo. Y un tajo en el vestido de idénticas características. En trío, con Johnson y Braga, realiza un medley compuesto por Aguas de Março y Agua de Beber; bien resuelto el arreglo aunque alargado innecesariamente. Elias sonríe y toca descalza.
Ingresa Ricardo Vogt para, en cuarteto, interpretar Call Me, tema de Tony Hatch que la pianista incluyera en Dreamer, de 2005. Momento acaramelado, dulzón… ella canta… ¿bien? Esperemos un poco.
Chega do Saudade aporta un buen comienzo en guitarra acústica, pandeiro y voz. Luego, Vogt se hace a un lado y el trío jazzea bien.
Un rojo pasión inunda el escenario.
Son las luces.
Algo en el baterista no me cierra por el momento, como si estuviera en otra sintonía, cruzado, tocando otra cosa. Un abrupto corte despierta la primera ovación; se viene el primer solo de Marc Johnson. El sonido, algo pastoso, no permite apreciar en su totalidad la buena intervención del contrabajista. Ella, mientras tanto, sonríe, sacude su cabellera y, sentada, se menea.
Mucho.
La gente aporta su segunda ovación.
Ajá.

Para They Can’t Take That Away from Me, de Gershwin, reingresa el guitarrista, ahora con eléctrica. Versión abolerada, bossanoveada, pasteurizada. Eliane Elias hace mohínes, mira a la platea y sonríe derrochando simpatía. Pero lo que escucho no me hace gracia.
A continuación, Falsa Bahiana. La pianista se calza sus zapatos de enorme taco y, pasando al frente, canta apoyada por el trío de batería, guitarra y contrabajo. Luego, va al piano. Dos cosas quiero acotar: lo que sale de las teclas es otra obviedad. Y el tema, en algún momento, fue cantado por Elis Regina.

JohnsonElias cuenta que antes de morir (después, imposible) Bill Evans le dio un casete a Marc Johnson (su contrabajista durante muchos años). Contenía material que Evans había decidido no grabar. A los 10 días, el pianista murió. La inédita Here is Something for You es interpretada a dúo por el matrimonio Elias / Johnson. Si bien no cuesta entender el por qué Evans no quiso grabar el tema, la interpretación es buena, con el agregado de que Marc Johnson, por un momento, se transformó en el contrabajista que sabe ser. En You and the Night and the Music la Elias estuvo muy bien. El sonido del contrabajo mejoró (mucho) y la intervención de Johnson es prístina, justa y veloz. Paulo Braga parece seguir buscando una brújula.

Para Doralice reingresa Vogt, que acompaña bien a una Elias que interpreta con ganas y gracia. Luego, los convencionalismos nos golean otra vez.
Luego de Tangerine, de Johnny Mercer, donde el largo pasaje instrumental es gobernado por una sólida intervención de la pianista… plagado de yeites… Elias presenta a los músicos y al último tema: Desafinado.
Muy buena intro en piano. Atenti… ¿qué está pasando? Paulo Braga parece haber hallado el camino. La versión, más cercana al jazz que a la bossa, es tan buena que me despierta sensaciones encontradas. Marc Johnson aporta una gran intervención con arco y luego, con los dedos, te aplasta. Braga se suma con un solo de triángulo, percusión con los dedos y una solidez ausente hasta el momento. El dueto que realiza con la pianista es decididamente bueno. Estoy a punto de escribir que con Desafinado (mirá vos…) se pagó la noche. Ah… las sensaciones encontradas… por un lado la alegría de una versión impecable; por el otro… ¿por qué, si pueden, regulan, ah? En eso, vemos que Elias comienza a calzarse nuevamente sus zapatos, lo que preanuncia el final. Del tema. Y del concierto.

Johnson
Pero hay bises.
El primero de ellos, Garota de Ipanema, en versión cantada, blanda y lavada.
El segundo, So danço samba, entrega una buena intervención de Ricardo Vogt.
Hay un tercero en piano solo que no estuvo mal.
Y ahora sí, final.

Algunas acotaciones:
El concierto duró una hora y media. Hubo más aroma a Tom Jobim que a Bill Evans.
Eliane Elias parece estar mucho más preocupada por cuestiones estéticas que auditivas.
Da la sensación de que muere por una publicidad de champú.
O crema de enjuague.
Sin dudas que toca bien, pero no arriesga prácticamente nunca.
Y canta… bueno… intenta.
Paulo Braga ha tenido noches mucho mejores.
Ricardo Vogt aportó, desde su guitarra y su juventud, algunos pasajes interesantes.
Costó reconocer al gran Marc Johnson. Atado, maniatado, como pidiendo permiso. Una pena.
Y que sigo sin suerte.
Seguiré participando.
Aunque (y no se me ocurre por qué o sí, pero para qué incordiar más) con Hermeto y Egberto la paso tan pero tan bien…

Marcelo Morales

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