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Adam Lane’s Full Throttle Orchestra: Ashcan Rantings

Disco 1: Imaginary Portrait, Marshall, Nine Man Morris, Desperate Incantations, House of Elegant
Disco 2: Ashcan Rantings, Lucia, Sienna’s Slip Jig, Mahler, Bright Star Calypso

Músicos:
Adam Lane: contrabajo
Nate Wooley: trompeta
Taylor Ho Bynum: trompeta
David Bindman: saxo tenor, saxo soprano
Avram Fefer: saxo alto, clarinete
Matt Bauder: saxo tenor, saxo barítono
Reut Regev: trombón
Tim Vaughn: trombón
Igal Foni: batería

Clean Feed, 2010

Calificación: A la marosca

El mundo está lleno de pequeñas alegrías, el arte consiste en saber distinguirlas (Li-Tai-Po)

En el fascinante universo musical del eximio compositor y contrabajista Adam Lane cohabitan diversos proyectos cuyo común denominador es la calidad estética. El fértil y subyugante territorio sonoro que ocupa su personal imaginario creativo está surcado por un amplio abanico de influencias que van desde la incorporación de métodos compositivos asociados a Earle Brown hasta conceptos sobre música aleatoria y electroacústica provenientes de Karlheinz Stockhausen y abarcan desde un singular acercamiento al noise-rock a la manera de Melt Banana hasta innegables referencias a la tradición orquestal heredada de Duke Ellington. En su fuente de inspiración hallamos diseminadas sutiles alusiones a las ideas introducidas en la vanguardia musical del siglo XX por Charles Mingus en el jazz, por David Tudor en el campo de la música experimental, por Luigi Nono a través de su revolucionaria noción de la música electrónica y por Iannis Xenakis mediante su radical concepto de música estocástica.
Todos esos sustentos en los que abreva Adam Lane no sólo nutren su calificado alegato artístico sino que también se manifiestan, con mayor o menor intensidad, en los diferentes proyectos que ha desarrollado durante su prolífica trayectoria. Así lo atestigua su labor en The Supercharger Jazz Orchestra (con la participación de Wadada Leo Smith), el Adam Lane Quartet (junto a John Tchicai, Paul Smoker y Barry Altschul), sus obras orquestales (como New Mars, String Quartet, Sonic Forms IV, etc.) o en el cuarteto Four Corners (en donde compartió créditos con Ken Vandermark, Magnus Broo y Paal Nilssen-Love). Sin embargo, la médula de su actual ideario parece haber alcanzado su enunciado más lúcido y personal en el deslumbrante patrimonio estético de la Adam Lane’s Full Throttle Orchestra. Este ensamble, en origen conformado por Darren Johnston, Jeff Chan, Lynn Johnston, Aaron Bennett, Vijay Anderson y John Finkbeiner; hizo su debut discográfico en 2006 con el elogiado New Magical Kingdom. Ahora, con una nueva integración que incluye a algunos de los nuevos popes de la vanguardia jazzística, llega el álbum doble Ashcan Rantings.

En un año signado por ediciones superlativas, esta nueva producción de la Adam Lane’s Full Throttle Orchestra amenaza con erigirse como uno de los álbumes más consumados, profundos e imponentes de los últimos tiempos. La cohesión conceptual que envuelve este trabajo, la exquisitez de una partitura diversa, plural y con múltiples estilos en una perfecta simbiosis, el flujo y reflujo de sus armónicas improvisaciones y sus altas cotas interpretativas, hacen de Ashcan Rantings una especie de modelo expositivo de lo que está aconteciendo en la escena musical del nuevo milenio.
En las notas que acompañan al compacto, Adam Lane repite varias veces la palabra “alegría” e incluso llega a afirmar que su aspiración fue hacer “música divertida, destinada a elevar el espíritu y llevar al oyente y al intérprete a un estado de mayor alegría al que teníamos antes”. Esos conceptos, a la luz de los resultados obtenidos, nos obligan a revisar las rígidas ideas que pretenden hacernos creer que alegría y vanguardia son términos contrapuestos e incompatibles.
La alegría es un estado interior fresco y luminoso con capacidad para generar una marcada sensación de bienestar general, originar altos grados de energía y desencadenar una intensa disposición a la acción constructiva. La alegría es un estado de regocijo interior que se revela en la apariencia, las decisiones, el lenguaje y en los actos de la persona que la experimenta. Esa revelación se funda en que la alegría es una emoción de carácter expansivo que necesita ser compartida con los demás. No obstante la alegría, como íntimo proceso que se traduce en un efecto catalizador de la energía positiva, es percibida en ocasiones de manera superficial y suele asociarse a manifestaciones menos trascendentes. Incluso, en sus acepciones más comunes, el termino alegría es definido como un “sentimiento grato que se exterioriza con palabras, gestos o actos que expresan un estado de júbilo” o se utiliza para describir cierto grado de “irresponsabilidad o ligereza en la acción”.

En el afán por hurgar en su significado más profundo hallé -para mi sorpresa- que la palabra alegría también se usa para definir a un “nuégado o alajú condimentado con ajonjolí” (sic). El impacto ante ese descubrimiento fue tremendo… Tuve palpitaciones, sudor frío y empecé a padecer una pesadilla recurrente en la que mi esposa me pedía que le condimentara el alajú y, por más que lo intentaba, no podía. Bueno, no quiero justificarme… pero si es difícil comprar condimentos a base de ajonjolí en el supermercado… ¡imagínese lo que es tratar de conseguirlo soñando y sin salir de la cama! Estee… una vez reiniciada la investigación descubrí que el nuégado o alajú era una pasta de almendras, nueces, pan tostado, especias finas y miel cocida y que el ajonjolí es una planta pedaliácea. Al enterarme de esto… volvieron las palpitaciones, el sudor frío y los problemas para complacer a mi esposa (sólo por falta de ajonjolí y en sueños, ¿eh?). A estas alturas de mi indagación no estoy en condiciones de asegurar si es mejor tener tristeza o asumir el riesgo de sentir alegría y, por ende, ser confundido con un alajú condimentado con una planta pedaliácea llamada ajonjolí.

Lo concreto es que Ashcan Rantings, desde su inicio con Imaginary Portrait, se transforma en un auténtico proveedor de alegría en el sentido más profundo de la palabra. El trato explícito con el jazz arcaico expresado en el preludio a cargo de los vientos, evoluciona hasta alcanzar su clímax mediante formas abiertas y células melódicas y rítmicas que se desarrollan en perfecta sincronía con avanzados conceptos de composición. Luego, con envidiable naturalidad, la pieza hace un hipnótico viraje al blues que resulta magnificado por las impactantes intervenciones solistas de Adam Lane en contrabajo y Nate Wooley en trompeta.
Las envolventes cadencias arábigas de Marshal sumadas a sus notables detalles ornamentales y fluidas inserciones en contrapunto, le confieren a esta composición un carácter adictivo. A estas alturas ya podemos ir aceptando que estamos ante una obra de una riqueza temática extraordinaria, cuyas ideas musicales de mayor carga emocional son desplegadas aprovechando todos los recursos expresivos disponibles. Prueba de ello es el magnífico Nine Man Morris, tema que parece trazar una bisectriz imaginaria entre arreglos de dimensión orquestal recibidos de Duke Ellington e ideas de vanguardia extractadas de la música improvisada contemporánea.
Desperate Incantations es otra de las gemas contenidas en este álbum. Un hallazgo melódico de trazos simples pero enriquecidos con interpretaciones llenas de matices y adornos exuberantes. Todo rubricado por un inteligente empleo de las modulaciones armónicas, el soberbio diálogo en solitario entre las trompetas de Taylor Ho Bynum y Nate Wooley y un impactante cambio dinámico resuelto en blues.
En las agitadas complejidades de House of Elegant confluyen la libre improvisación, la inserción de vacíos sonoros que interrumpen estratégicamente la corriente melódica de la pieza, un fragmento que se asemeja a una danza cake walk y sobresalientes soliloquios a cargo de Avram Fefer en clarinete e Igal Foni en batería.

El segundo disco abre con dos composiciones de Adam Lane que, en origen, formaran parte del álbum que hiciera en 2007 junto a Four Corners: Ashcan Rantings y Lucia.
En el potente entretejido armónico del tema que da título al álbum se funden el avant-jazz y el noise-rock, alimentado por la sólida técnica que emana del saxo barítono de Matt Bauder, el inatacable enlace entre los trombones de Tim Vaughn y Reut Regev y una deslumbrante exhibición del contrabajo de Adam Lane en donde alterna pizzicato, arco y un ominoso pedal de efectos. En tanto que la línea melódica de Lucia se desenvuelve al conjuro de sutiles y coloridas armonías de aire flamenco.
Aun en la diversidad de estilos que recorre esta obra, la seguridad de criterios motívicos y el generoso dinamismo de su poderío orquestal es de absoluta coherencia expresiva. Así lo manifiestan el vivaz alegato de Sienna’s Slip Jig realzado por los formidables aportes de Taylor Ho Bynum en trompeta y el saxo tenor de David Bindman; el fervor espiritual y la claridad en el ensamblaje contrapuntístico de la suntuosa Mahler y la gracia antillana que envuelve a la festiva Bright Star Calypso.
Adam Lane se apropia del mundo exterior y lo devuelve transformado en una obra cuya imagen, plena de fantasía y alegría, parece ser un fiel reflejo de su espejo interior.

El arte es sobre todo un estado del alma (Marc Chagall)

Sergio Piccirilli

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