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Andrea Centazzo: Moon in Winter

Moon in Winter I, First Winter Duet, Moon in Winter II, The Man with Foggy Fingers, Moon in Winter III, Second Winter Duet, Moon in Winter IV, Third Winter Duet, Moon in Winter V, Absolutely Elsewhere.

 

Músicos:

 

Andrea Centazzo: percusión, percusión Midi

Dave Ballou: trompeta

Daniel Barbiero: contrabajo

Nobu Stowe: piano

Achille Succi: saxo alto, clarinetes, shakuhachi

 

Sello y año: Ictus, 2011

Calificación: Está muy bien

 

Usted probablemente está pensando que vamos a adentrarnos en terrenos fangosos, disertando sobre la luna, el invierno, los solsticios, la astrología, la astronomía, el sol, los satélites, la Apolo XI (con su delantera Armstrong, Collins y Aldrin), el horóscopo, el Lobizón o hasta de Pink Floyd.

Pues no.

Además, todos sabemos que en el invierno refresca y que la luna es apenas nuestro satélite.

Preferimos en este caso detenernos en… en…

Preferimos detenernos.

Porque si existe algo importante en esta vida es cuidarse, refugiarse, ir a lo seguro, ser precavidos, estar prevenidos, siempre alertas, ¿no?

No.

 

Es que con tanto lugar común y disparate dando vueltas, es casi lógico (o poco llamativo) que caigamos en derroteros conocidos pero no por ello menos angustiantes. Aunque como usted sabe, la angustia (ese temor opresivo, aflicción, congoja, y no siempre con una causa precisa a mano) no se nos presenta a todos de la misma manera o por similares cuestiones. Pero tampoco nos detendremos en la angustia, ni la realista ni la neurótica, ni en la depresión, mucho menos en la tristeza, que el año 2012 se acerca, la hora del juicio final habrá que preguntársela a Anthony Petrocelli (o a Barry Newman) y nosotros acabamos de mandar a afilar todas las tijeras, convencidos de que aún hay mucha tela que cortar.

 

Diferentes sensaciones… Le voy a hacer una confesión (si me lo permite). Cuando adolescente, viviendo aún con mis padres, sabía que la música que escuchaba no era ni de cerca la favorita de mis progenitores. Pero así como hoy los jóvenes intentan socializar sus apetencias desde un teléfono celular (que una larga encuesta personal permite que afirme que en el 95,43% remite a cumbia y/o reggaeton) yo, cuando sospechaba que una melodía podía resultar subyugante, atrapante, incluso cuando no se tratara de una de mis favoritas, subía el volumen adrede con la pura y exclusiva intención de ser aceptado (yo) y aceptada (la canción). No obstante, los diferentes intentos, entre los que recuerdo como protagonistas a Genesis, Yes, King Crimson, Crucis, Invisible, MIA, etc., chocaron una y otra vez con una frase demoledora: “¡bajá esa misa!”

 

Pasaron muchos años antes de que, siendo entrenador, Jorge Valdano declarara que no podía debatir con (¿contra?) Carlos Bilardo no porque pensaran distinto sino porque tenían “sensibilidades opuestas”. De haber tenido esta anécdota a mano, no habría sido tan insistente en mis deseos de que “los otros” coincidieran con mis gustos, mis pareceres, mis visiones.

 

No sé si al compositor, percusionista y productor italiano Andrea Centazzo le ocurrió u ocurre algo similar. Lo que sí habría que avisarle, llegado el caso, es que si está dentro de sus intenciones ser aclamado por una pasión de multitudes, bien puede ir olvidándose de la idea. Uno quiere creer que a un artista lo mueven otras cosas y bien distintas del intento de aceptación general (o parcial), si bien se sostiene que una obra se completa una vez que el receptor bla bla bla… Pero sabemos muy bien (sí, usted también lo sabe, no mire para otro lado) que en los tiempos que corren (y no se cansan de correr), para el gran público un artista no necesariamente debe contar con valores que (uno piensa, estima, sospecha) deberían ser, al menos, esenciales.

 

Aunque si dejamos de correr (que para eso está el tiempo) y nos detenemos a observar… bueno… a Centazzo el arte, su arte, lo ha mantenido más bien ocupado: brindó más de mil conciertos en Europa y Estados Unidos, apareció en numerosas transmisiones televisivas y radiales, grabó más de 60 discos, compactos, casetes, magazines o lo que fuere menester y cuenta en su haber con más de 350 composiciones y ocho libros sobre música.

Considerado un pionero de la percusión contemporánea, ya en sus inicios supo trabajar junto a John Zorn, Albert Mangelsdorff, Evan Parker y Steve Lacy.

Graduado en Musicología, brindó infinidad de seminarios y workshops.

Desde 1983 se ha dedicado también a la creación de experiencias multimedia.

Ha obtenido un sinnúmero de reconocimientos y distinciones (mire usted) y junto con Carla Lugli fue el fundador, en 1976, del sello discográfico Ictus, algo así como “el sello creativo para la música creativa”. Pero Ictus se llamó a retiro en 1984 debido a problemas financieros (¿le sorprende?).

 

Hasta que Ictus regresó, para alegría de propios y extraños, con Andrea Centazzo como Director Musical del sello y con un catálogo que despierta la sana (y no tanta) envidia.

 

La aventura que nos ocupa lleva por título Moon in Winter; tiene su origen en una invitación que por febrero de 2010 le realizara el pianista Nobu Stowe para unírsele en una serie de conciertos en Baltimore. Centazzo andaba por New York tocando en dúo con John Zorn y ya que estaba… aceptó. Así fue entonces que Moon in Winter comenzó a tomar forma. Se conformó un quinteto que incluyó al mencionado Stowe, a Dave Ballou en trompeta, Daniel Barbiero en contrabajo, Achille Succi en saxo alto, clarinetes y shakuhachi y a Centazzo en percusión y percusión Midi.

Pero… no vaya usted a creer que Andrea Centazzo iba a recurrir a la obviedad de un álbum en quinteto. Es más… lamento desilusionarlo; pero es que el percusionista tenía otra(s) idea(s) en la cabeza. Las diferentes sonoridades y texturas se ofrecen aquí en diversos formatos (dúos, tríos, cuartetos), incluso en cada una de las composiciones, que parecen formar parte de una obra integral en la que instrumentos e instrumentistas aparecen y desaparecen de manera no azarosa.

Así el comienzo del álbum, con Moon in Winter I, muta de un pasaje en trío a cargo de Centazzo, Ballou y Succi, a otro en quinteto con los aportes de Barbiero y Stowe; el grado de libertad imperante permite que, sin dejar de lado el hilo conductor de la composición, el liderazgo vaya rotando desacomplejadamente.

First Winter Duet trae elementos de clásica contemporánea que desembocan en una vigorosa entrega de Andrea Centazzo en tambores y Dave Ballou en trompeta. Luego, cierto aire místico domina la escena. Moon in Winter II nos sumerge en la libre improvisación no exenta de profundos pasajes de reflexión y aire minimalista. The Man with Foggy Fingers, interpretada en trío, intimista, regala las muy buenas intervenciones de Achille Succi, Nobu Stowe y, más sobriamente, del líder. Vigor nuevamente en Moon in Winter III de la mano de Dave Ballou en trompeta, con momentos cercanos al straight ahead. Second Winter Duet tiene como protagonistas a Centazzo en percusión y Achille Succi en shakuhachi. Casi tres minutos bastante cercanos a lo que podría denominarse un interludio. Moon in Winter IV es una suerte de continuación de Moon in Winter I, pero sólo en su comienzo. Luego, Daniel Barbiero (especialmente) en contrabajo con arco y Achille Succi en saxo alto crean su propia atmósfera donde no parecen estar pasándola muy mal…

 

Third Winter Duet, es otra ocasión para apreciar las bondades (muchas) del pianista Nobu Stowe que sabe ser preciso, potente, lírico, imaginativo… con Centazzo aportando lo suyo pero, fundamentalmente, dejando hacer. Moon in Winter V, la pieza más larga del álbum brinda, en sus casi 15 minutos de duración, una suerte de representativa sinopsis de la propuesta de Andrea Centazzo en un descollante trabajo grupal con protagonismos cambiantes y no traumáticos. El final es con la reflexiva e intensa Absolutely Elsewhere que, luego de un soberbio pasaje a dúo entre el contrabajo con arco de Daniel Barbiero y el saxo alto de Achille Succi, languidece en forma de coda.

 

Andrea Centazzo, en Moon in Winter, ofrece –acompañado por músicos de gran sensibilidad- un trabajo de características singulares. Probablemente no apto para una fiesta animada, brinda numerosas facetas que repercuten en el escucha en función de (volviendo a Valdano) la sensibilidad de cada oyente al que se le exige un grado de compromiso auditivo superior a la media.

El percusionista parece, a diferencia de este escriba en su adolescencia, estar mucho más allá de querer seducir con otra cosa que no sea su propio arte.

Porque los demás son… ya lo dijo Nietzsche, “simplemente la humanidad”.

 

Marcelo Morales

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