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Panza: Big Bang (2 DVD + CD)

 

panzaDVD 1: Camarera, Cuernoenpanza, Trueno, Triple X, Fea, Panza, Naturaleza muerta, Callate nena, Infanticidio, Dominó, Sonrisas de plastilina, Popstar, Maestro Miseria, La conspiración, No hay banda, Control de acceso, Hilanderas, Sado

 

DVD 2: Argentina, Bailarina anarquista, Anestesia local, Big Bang, Bienvenido al infierno, El amor y las tormentas, Despiértame, Sopa de letras, Lo mejor y lo peor, Electroshock, Nadie baila solo en Bali, Mundo Rock, Escalofríos, Corrientes y Pueyrredón, Bacterias, ¿Querés bailar conmigo?, Final feliz, Asunto escabroso, La gente detrás de las paredes, Amnesia, Nada es rosa

 

CD: Big Bang, Popstar, Bailarina anarquista, El amor y las tormentas, Bacterias, Cuernoenpanza, Control de acceso, Dominó, Bienvenido al infierno, Amnesia, Argentina, Triple X, Electroshock

 

Músicos:

 

Mariana Bianchini: voz, efectos

Sergio Álvarez: guitarras, efectos

Franco Barroso: bajo, teclados

Augusto Urbini: batería

 

Sello y año: Ultrapop, 2012

Calificación: A la marosca

 

En la década del ’70, el actor Alberto Irízar, en su personaje de mozo gallego en el programa televisivo “Polémica en el bar”, solía decir luego de que se le requiriera alguna opinión: “Antes de hablar, quesería (sic) decir unas palabras”. Y yo no sólo quiero sino que necesito decir –escribir- unas (otras) palabras.

No hace mucho tiempo, las ediciones discográficas en la Argentina no gozaban de la inmediatez con la que hoy contamos (por diferentes vías) para hacernos o asirnos –al menos auditivamente- de lo que está ocurriendo musicalmente en cualquier lugar del planeta. Esto es algo a lo que a algunos nos cuesta acostumbrarnos. Más aún a los que vivíamos aquellas ediciones a destiempo, cuando uno se encontraba con que el primer álbum de Genesis (por ejemplo) editado en el país no era el debut sino el quinto (Selling England By the Pound). Otro tanto ocurría con Led Zeppelin, con su segundo LP viendo la luz por estos lares en 1974, cinco años después de haber sido editado en su país de origen y luego de haber podido acceder a Led Zeppelin IV, aparecido aquí previamente. Tal vez sin quererlo fuimos los inventores del “random” pero no estoy tan seguro.

La publicación de aquellos discos en forma desprolija nos puede disparar a varias interesantes lecturas. Pero hay una en la que me gustaría detenerme brevemente: el valor intrínseco y atemporal de esos álbumes en una época donde aparentemente se tenía mucho más tiempo para poder escuchar música. Una música que exigía atención, donde uno podía acceder a la idea cabal de sus correspondientes valores artísticos luego de varias audiciones. Y eso que los ejemplos mencionados (apenas dos de tantos) refieren al rock, un estilo con –a priori- mayores valores perecederos que otros como el jazz o la clásica.

En la actualidad todo parece ser mucho más veloz y con un menor grado de compromiso artístico y estético. Esto, generalizando, por supuesto. Pero son más los músicos de rock que piensan en el posible rédito económico inmediato que los que apuestan a la música como arte y no como un mero pasatiempo. Lamentablemente. La música “nos acompaña”. Y algunos ven en ello algo bueno, saludable, enriquecedor y hasta hay quienes están buscando a su amiga, la música, para invitarla a salir e intentar proporcionarle un par de ósculos.

En la maravillosa introducción de la notable “Quien conociera a María amaría a María (canción con mimos)”, compuesta por Johann Sebastian Mastropiero y que Les Luthiers estrenara en 1987, el pensador Umberto Della Noia afirmaba (y seguramente sigue haciéndolo): “La música está cada vez más presente en todos los actos de nuestra vida. Música para hacer gimnasia, para trabajar, para comer, algunos inclusive han llegado al extremo de poner música de fondo… mientras escuchan música”.

 

Más vale que usted se esté preguntando a qué se debe todo lo antedicho (antescrito) porque si no, me sumiría en una (otra) profunda depresión. Y ya que se lo cuestiona (je), no voy a ser tan impiadoso de dejarlo con semejante duda… Es que a varios meses de su edición y con un nuevo álbum a editarse en aproximadamente un mes, luego de arduas tertulias y cuestionamientos tanto horizontales como verticales, la “mesa chica” del directorio de este site ha decidido que sí, que por qué no, que los motivos expuestos son justos y atendibles y que métale nomás, que corremos con sus colores, que la ocasión lo amerita, que…

Así que aquí me tiene, entre otras cosas, para explicarle por qué en nuestra encuesta anual he votado por Big Bang como la mejor edición local del año 2012.

 

El álbum que nos ocupa no representa solamente un escalón más en la trayectoria de Panza. Es bastante más. Se trata del primer DVD (y doble) del cuarteto; es la primera grabación con el baterista Augusto Urbini, la última del bajista Franco Barroso (que luego sería reemplazado por Franco Fontanarrosa), representa un recorrido desde 1998 a 2005 (el primer DVD) y de 2005 a 2012 (el segundo), fue grabado en vivo durante dos días en el estudio Unísono, una presentación impecable que incluye un booklet de 20 páginas y un CD con una selección de 13 temas. Son 14 años retratados en 39 temas de una banda, integrada por Mariana Bianchini (voz), Sergio Álvarez (guitarras), Franco Barroso (bajo) y Augusto Urbini (batería), que cada día que pasa pareciera encontrarse en su mejor momento, con músicos en constante superación y una cantante que (y esto ya lo hemos dicho en más de una ocasión) ni cuando grita desaforadamente deja de afinar.

 

Metiéndonos ya con el contenido de los DVD, tal vez resulte injusto pero no haremos un repaso por cada uno de los 39 temas incluidos en Big Bang. No obstante, no hay manera de no mencionar algunos momentos que son superlativos, llamativos, distintos. Permítaseme generalizar: todas las versiones superan a los originales. El primer DVD dura casi 90 minutos y arranca con una tremenda Camarera que permite ya vislumbrar lo antedicho: infinitamente mejorada y marcando varios de los elementos que, con variantes, irían apareciendo a posteriori. La densidad se hace presente en Cuernoenpanza y sobrevuela el espíritu de Alfred Jarry con su Ubú Rey. La base a cargo de Barroso y Urbini es ascética y demoledora. Trueno fue definida por Sergio Álvarez como “una historia de sexo en un automóvil”. En un Torino, para más datos; que cuando acelera, demuele.

Los diferentes (violentos) matices de Triple X dan pie a uno de los mejores momentos de Big Bang: Fea, un tema irresistible donde Mariana Bianchini vuela a una altura inalcanzable, especialmente en el final, energizante, exorcizante, admirable, inmejorable. Panza, ese manifiesto irreemplazable de la banda a pura potencia precede a Naturaleza muerta, más cercano a la canción, cadencioso, con Franco Barroso como pilar y Álvarez aportando capas y texturas. El naif violento (y no la violencia naif) de Callate nena, una Infanticidio re-arreglada para mejor, la tremenda Dominó (uno de esos temas para escuchar con más tiempo de lo que dura… y reescuchar y…) con el cuarteto encendido, el “reclamo no tan amable” de Sonrisas de plastilina con gran faena de Franco Barroso en bajo y Augusto Urbini en batería.

La energía de la poderosa Popstar (con ese final tan Bianchini), da paso a la notable Maestro Miseria –momento para decir que las letras de Panza son decididamente buenas y mucho más que eso-, con los juegos complejos del tándem Urbini – Barroso, Álvarez que pasa de las sutilezas a la violencia medida y bien entendida y un final… “mi final favorito”, declara el bajista, donde Bianchini (que brinda una clase interpretativa), una vez más, explota. La conspiración, otra versión antológica, de ésas que invitan al “repeat”. No hay banda (joder, la hay, créame que la hay) que en medio del “mundo rock” permite que por un ventanal se cuelen atisbos jazzeros (pienso en Allan Holdsworth). Los coletazos se perciben en el inicio de Control de acceso, antes de que el caos contenido de esta suerte de furioso y complejo rap-punk-trash-metal cope la escena con asombrosa precisión.

Falta todavía: Hilanderas es otro de los grandiosos momentos de Big Bang, con Barroso y Urbini brindando una base lo suficientemente atractiva y sólida como para que la guitarra de Sergio Álvarez muestre gran parte de lo muy bueno (y más) que sabe ser y la voz de Mariana Bianchini en otro momento para enmarcar. Los últimos dos minutos son energizantes, sublimes, adictivos. Insuperable relectura (aunque con estos tipos nunca se sabe…). ¡Y hay más! Sado, interpretada por Álvarez en guitarra acústica y Bianchini en voz, a modo de bonus. “Para que no me olvides, voy a coserte a mi cintura”, cuenta la cantante en el final del primero de los DVD. “Siempre unidos, para siempre unidos… sin amor”, se lamenta sádicamente Bianchini. ¿Se acuerda de lo mencionado acerca de las letras de Panza?

 

El segundo DVD está dedicado casi íntegramente al álbum triple La madre de todos los picantes (2010). Pero comienza con Argentina. ¿Se habla de una persona o de cierto/s momento/s del país? La intro de Álvarez es soberbia. Bailarina anarquista, otro clarísimo ejemplo de cómo mejorar un original, precede a la oscuridad y densidad de Anestesia local, al decir de Bianchini “Post Cromañón, tristeza y desesperanza”. Con la “apta-para-un-descapotable-en-una-autopista” Big Bang (el tema) comienza el recorrido por La madre… que va mutando del contagioso rock a un final experimental con Urbini desafiando las leyes “metronomales” y Álvarez brindando un solo de excepción. Un asterisco para el alarido de Bianchini al 1:03. La cadenciosa Bienvenido al infierno (con una destacable entrega de Barroso en bajo), da paso a la historia urbana (Villa Pueyrredón) y al adictivo riff de El amor y las tormentas, capaz de resucitar a una momia. Posta. Y a pesar del “Nada… no necesito nada más…” que Bianchini grita cada vez con mayor enjundia y convicción, todavía hay mucho más (pero permítame mencionar el arácnido trabajo de Franco Barroso, los loops y arduas sutilezas de Álvarez y el proverbial uso del bombo de Urbini).

“Un cuento de hadas, un amor no correspondido”, dice la cantante acerca de la épica Despiértame. Una atmósfera que tiene su continuidad en Sopa de letras, con otro gran final de base rebelde y guitarra haciendo (el) juego. La más-que-visceral Lo mejor y lo peor o las consecuencias de ser golpeado en la nuca con un bate de béisbol, el frenesí de un Electroshock “directo al corazón” con Urbini que no economiza recursos, la complejidad simulada de Nadie baila solo en Bali, esa otra declaración de principios que es la descontracturante Mundo Rock. Llegamos a la impecable Escalofríos, cuya estructura recuerda a alguna de las (eternas) composiciones de la época dorada “gabrieliana” con Genesis (y con ese teclado “alla Banks”), incluso desde la poética: “tengo recuerdos que nunca pasaron”. Corrientes y Pueyrredón sirve, entre otras –muchas- cosas, para apreciar las bondades del baterista Augusto Urbini, muy bien acompañado –o sostenido- por Franco Barroso en bajo.

Panza sigue brillando en la impactante Bacterias, yendo de la in-tensa calma al descontrol acotado, una vez más con coletazos del gran Genesis setentista (y los recuerdos vienen solos: The Musical Box, Dancing With the Moonlit Knight…) y Álvarez entregando un solo infartante (¿bacteriológico?). ¿Querés bailar conmigo? parece menos compleja de lo que en verdad es y, de nuevo, ahí está John the Fisherman, de Primus, esperando para un medley. Final feliz es otra perla, repleta de sutilezas, con una letra potente e interpretada por Bianchini de manera muy, pero muy cercana a la perfección, regalando dulzura y desenfreno, con Álvarez que vuelve a descoserla, a caballo de una base impecable a cargo de Barroso y Urbini. La breve, directa, violenta, efectista y efectiva Asunto escabroso (o Payasito) no da respiro.

La paranoia cortazariana (me recuerda a Casa tomada) se hace presente en la magnífica La gente detrás de las paredes. Instrumentalmente irreprochable, da paso a otro de los momentos cumbres de la obra del cuarteto: Amnesia, probablemente una de las mejores composiciones de todo el repertorio panziano y del presente milenio rockero argento, con lucimiento de cada uno de los integrantes pero sin buscar el destaque individual, sino obrando a favor del sonido integral y Bianchini, potente, entendiendo (como siempre) lo que está interpretando, con el “Sólo te pido que busques conmigo lo que no puedo recordar”, entre la letra minimalista y el alarido desgarrador. Y, al igual que en el primer DVD, el cierre es acústico. La misma fórmula: Álvarez y Bianchini solos para una admirable relectura de Nada es rosa que, a pesar de las casi tres horas y media transcurridas, deja con ganas de más.

Y al final… hubo repaso de cada uno de las 39 composiciones que integran este DVD doble.

 

Big Bang cierra un largo período de 14 años. La evolución de Panza desde la aparición de su álbum debut Sonrisas de plastilina (2000) ha sido constante y con niveles de (auto)exigencia poco habituales, llegando a su última entrega en estudio hasta el momento, el triple y ambicioso La madre de todos los picantes (2010), donde –por si hacía falta- ratificaron con creces sus bondades permitiéndose libertades que hoy muchos podrían considerar (y hay quienes lo hacen) como paganas.

Por momentos Panza parece ir a contramano de lo que el establishment indica, requiere o necesita. Será por eso que, desde acá, se los quiere tanto. Porque hay en el cuarteto una suerte de honestidad brutal, de “hacemos lo que se nos canta porque se nos canta”, de indoblegabilidad, de ansias de superación permanente, de amor por eso que se hace, de apatía por el estatismo, de entusiasmo febril por la búsqueda, de caos controlado, de espíritu amateur, de profesionalismo irreductible, de libertad extrema, con la necesidad de explorar territorios vírgenes, de eludir los estereotipos, de asumir nuevos riesgos, de ser artistas.

 

De factura impecable, Big Bang no ofrece la alternativa de ver el despliegue de la banda frente a una audiencia, pero proporciona algo mucho mejor: la posibilidad de apreciar la música en estado puro, con un sonido rayano en la perfección, un interesante trabajo en la dirección de cámaras (mérito de Gnlz Felipe) y las bondades instrumentales y vocales que –lejos de escasear- brindan un sinnúmero de atractivos, detalles, arreglos y sutilezas que colocan a Panza en un sitial reservado para unos (muy) pocos.

Panza ha registrado un documento atemporal, como aquellos grandes discos de rock que han trascendido fronteras, rótulos y que (en un estilo reconocido como, generalmente, perecedero) han sabido disimular el paso del tiempo. El cuarteto está varios pasos más allá de sus congéneres y Big Bang está llamado (como las obras magnas, con el paso del tiempo) a ocupar un sitial privilegiado cuando se hable de la historia de la música argentina. Y de más allá de las fronteras, también.

 

Marcelo Morales

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