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Tonolec Folk: Los pasos labrados

Qué he sacado con quererte, Zamba para olvidar, Cacique Catán, Cinco siglos igual, El cosechero, Duerme duerme negrito, Indio Toba

 

Músicos:

 

Charo Bogarín: voz, semillas, coros, violín toba (N’Viqué) en Indio Toba

Diego Pérez: sintetizadores, guitarra, programación, coro en Duerme duerme negrito

Músicos invitados:

Lucas Helguero: cajón, accesorios, congas, quijada

Claudio Solino: contrabajo

Emiliano Khayat: acordeón

Rosalía Patricio: voz en Indio Toba

 

Sello y año: Independiente / Sitemusic, 2010

Calificación: Dame dos

 


 

Los tobas son una etnia que originalmente habitaba el Gran Chaco. Sin pretender hacer un estudio minucioso (ni mucho menos), no hay que ser un entendido para saber que la… digamos… civilización occidental… no los ha tratado muy bien que digamos. Han sido maltratados, perseguidos y sus tierras expropiadas. Se calcula que en la actualidad existen aproximadamente 60.000 tobas, aunque varios de ellos han debido migrar a zonas urbanas; pero así y todo se estima que se trata de la comunidad indígena más numerosa de estos tiempos.

También en la región chaqueña habita el caburé, un pájaro al que se le atribuyen poderes sobrenaturales; se dice, entre otras cosas, que a su llamado acuden todas las aves de la zona. El caburé entonces elige a su víctima, embelesada por el canto del pajarito carnívoro quien aprovecha para clavarle las garras y luego proceder a su ingesta.

Miralo vos al bichito…

 

Charo Bogarín y Diego Pérez son chaqueños. Ambos conformaron Laboratorio.wav, dúo de pop electrónico con elementos acústicos conformado en el año 2000. Un año después participaron del concurso Fémina Rock organizado por MTV. Lo ganaron, viajaron a España, su tema Alivia integró un compilado aparecido en octubre de 2001 pero… algo hizo click en Pérez y Bogarín.

Un click que los llevó a preguntarse qué estaban haciendo, qué querían hacer y qué harían. Decidieron intentar mostrar algo propio, que los diferencie y que, además, los represente. Y qué mejor que ir a las fuentes; en este caso, la música indígena, chaqueña, toba.

 

Así nace entonces Tonolec que, en toba, significa… caburé.

 

Y que musicalmente decidió realizar una suerte de aggiornamiento del durante mucho tiempo maltratado folclore argentino (maltratado no sin razón, nobleza obliga). Pero Charo Bogarín y Diego Pérez no recurrieron a la simple fórmula de adosarle electrónicos a clásicos, digamos, inoxidables e imbatibles. No. Se han puesto a trabajar. Tonolec es a esta altura un ineludible referente de lo que podríamos denominar folclore contemporáneo; algo que quedó más que claro desde su álbum debut, Tonolec, en 2005 y que se ratificara en Plegaria del árbol negro, de 2008. En ambos discos encontramos, sí, algunos clásicos; pero también composiciones propias y, siempre, una búsqueda constante, la intención de ofrecer algo distinto a lo pre-existente. Y puede decirse a esta altura (o puedo yo, no quiero hacerlo cómplice de un pensamiento propio) que Tonolec ha marcado un camino, un faro, una referencia, una necesaria renovación.

 

Charo Bogarín y Diego Pérez han logrado un efecto inverso al convencional. Porque la sensación, de un buen tiempo a esta parte, es que la electrónica lo ha invadido (¿casi?) todo, musicalmente hablando. En cambio Tonolec parece haber encontrado la manera de que el espíritu y el (si se me permite) alma de sus raíces étnicas penetren en la omnipresente electrónica para nutrirse de lo útil y necesario en beneficio de su novedosa propuesta artística. Cuentan para ello con no pocos elementos: la privilegiada y envolvente voz de Charo Bogarín, los buenos oficios del multi-instrumentista Diego Pérez y, entre otras cosas, una permanente búsqueda, incesante, rigurosa, infrecuente.

 

Para su tercer trabajo discográfico, Los pasos labrados, el dúo apeló a siete composiciones clásicas del folclore latinoamericano; esto, que a priori puede ser tomado como una apuesta a lo seguro, en realidad representa un interesante desafío del que Tonolec sale más que airoso, valiéndose para ello de un respeto básico por las melodías originales pero logrando, con dedicación, esmero e inventiva, reinventarlas sin que la esencia de las mismas se viera damnificada. Muy por el contrario: suenan verdaderamente revitalizadas. Tal es así que si usted le hace escuchar el disco a alguna persona que desconozca la existencia de estos clásicos, seguramente afirmará que se trata de composiciones nuevas. Y si me animo a decirle esto es porque he puesto en práctica la experiencia.

 

Se lo juro. Elija usted ante quién, pero se lo juro.

 

El álbum comienza con Qué he sacado con quererte, de la chilena Violeta Parra. Lo dicho: la melodía respetada; la instrumentación, a cargo de Diego Pérez; versión aggiornada, sonidos electrónicos no invasivos, guitarra acústica, percusiones, silencios y la voz (las voces) de Charo Bogarín cantando e interpretando (se sabe, no es lo mismo) con maestría, soltura y hasta cierto desparpajo.

Indisimulables aires telúricos asoman en el ascético inicio de Zamba para olvidar, de Daniel Toro; Bogarín vuelve a descollar reflejando una genuina tristeza proveniente de un texto a prueba de épocas y estilos. Interesante trabajo tanto en los arreglos como en el entramado sonoro, una constante a lo largo del CD. El chamamé Cacique Catán, de Luis Mendoza y Tránsito Cocomarola está interpretada en lengua mocoví; les debo en este caso si se ha tratado de una traducción literal, pero sí puedo comentarle que el pueblo Mocoví habita en la región del Chaco Austral y la cantidad de mocovíes, en la actualidad, es de aproximadamente… bueno… parece que no es sencillo ponerse de acuerdo ya que, según la fuente a la que se recurra, se habla de 5.000 a 40.000 habitantes. Tonolec rescata esta lengua y a Charo Bogarín no parece costarle ningún esfuerzo adicional en esta versión que cuenta con el aporte en contrabajo de Claudio Solino y el acordeón de Emiliano Khayat. Ah… la elección del idioma no es porque sí, ya que el Cacique Catán (Francisco Nolasco Mendoza, 1908-1974) fue un respetado cacique que fuera designado Juez de Paz en 1944 y que gestionara numerosas mejoras para su pueblo.

 

Cinco siglos igual, de León Gieco, es cantada en toba. Y hasta le diría que la versión se enriquece, aunque musicalmente no hay grandes diferencias con el original, más allá de ciertos agregados percusivos y electrónicos. El cosechero, de Ramón Ayala, nuevamente con el contrabajista Claudio Solino y el cajón de Lucas Helguero, es otro de los puntos altos de Los pasos labrados. Atractiva desde lo instrumental, es nuevamente Charo Bogarín quien da la sensación de poder cantarlo todo, en cualquier idioma… ínclita e impecablemente.

Para Duerme, duerme negrito, que recopilara Atahualpa Yupanqui, disculpe pero no (me) queda otra más que reiterar las bondades ya mencionadas. Así que ya sabe…

El cierre es con Indio Toba (o Antiguo dueño de las flechas, de Ariel Ramírez y Félix Luna), en la voz de la mujer qom Rosalía Patricio, poniendo un toque (más) telúrico, interpretando con gravedad, dolor, genuina belleza por encima de, nuevamente, un rigurosamente balanceado entramado sonoro entre el folclore tradicional y la (aquí no) invasiva electrónica. Y cambiando el verso “… pobre toba reducido, antiguo dueño de las flechas” por “…pobre toba reducido, antiguo dueño de la tierra”. El álbum también incluye un video del mismo tema, pero interpretado por Charo Bogarín: por distintas razones, empate técnico.

 

Tonolec encontró la manera de ser creativos, con un sonido moderno, respetando y enalteciendo la tradición. Y tanto en Los pasos labrados como en sus entregas anteriores, te encanta, te hipnotiza, te atrapa; pero a diferencia del caburé, no solamente no hace daño sino que, además, nadie sale espantado.

Al contrario…

 

Marcelo Morales

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