Todo El Mundo A Mover Su Currículum: Tolú
Jazz Bakery – Culver City (USA)
Miércoles 21 de Febrero de 2007 – 21:00 hs.
El 21 de febrero se llevo a cabo en el Jazz Bakery de la ciudad de Culver City la presentación de Tolú, banda que conforman Justo Almario en saxo y flauta, Alex Acuña en batería y percusión, John Peña en bajo eléctrico, Tiki Pasillas en percusión, Harry Kim en trompeta, Arturo Velasco en trombón y Joe Rotondi en piano.
Este proyecto grupal constituido en 1983 no fue concebido como una banda estable, sino como una simple reunión de amigos dispuestos a disfrutar haciendo latin-jazz. Al estar integrado con algunos de los sesionistas más requeridos en el área de Los Angeles, tuvo un irregular desarrollo. Eso se tradujo en una escasa producción discográfica y en esporádicas actuaciones, pero no impidió el reconocimiento del público.
Tolú debe su nombre a una ciudad de la costa colombiana próxima al lugar natal de Justo Almario, fundador de la banda junto a Alex Acuña.
Es digno reconocer que el latin jazz es un estilo que no dominamos (al igual que tantos otros). Como no nos gusta improvisar, antes del show decidimos tomar un cursillo de verano. Esa decisión representaba eludir algunos obstáculos inesperados. En primer lugar hubo que descartar el cursillo de verano ya que aquí es invierno. De jazz algo sabíamos, así que para abreviar esfuerzos lo desestimamos. (Todavía me sigue sorprendiendo saber de jazz, cuando se basa en sin-copas y más para gente como uno que bebe desde bebé). Así que nos concentramos exclusivamente en el aprendizaje básico de… latín. No será lo mismo pero… ¡algo es algo! Dulce maerenti, populus dolentum sic transit Gloria mundi* (* Mal de muchos consuelo de tontos… así que a joderse y aguantarse).
Esa noche, Tolú ofrecería dos funciones a sala casi llena. Lo que equivale a decir que asistieron 250 casi-personas en cada función.
La música antillana y el jazz son dos géneros que tienen raíces similares. Ambas son el resultado del encuentro de los habitantes de África traídos a América y nacieron de la fusión de elementos musicales africanos y europeos, aunque de formas diferentes. En sus inicios, la percusión en el jazz se vio limitada al uso de la batería y su ligazón con la percusión africana era más bien lejana, mientras que en las antillas el gusto africano por la polirritmia sigue vigente y se basa en estructuras percusivas de alta complejidad. En contraparte, los solistas de jazz han alcanzado niveles de gran desarrollo en cuanto a las estructuras melódicas y armónicas de sus improvisaciones. Tomando en cuenta tanto los elementos comunes como las diferencias, era de esperarse que los músicos antillanos, al emigrar a ciudades como New York, Chicago o Miami, se sintieran atraídos por lo que oían ejecutar a sus contrapartes. Las construcciones melódicas y armónicas de las grandes orquestas de jazz debieron fascinar a los músicos cubanos, tanto como los vivaces polirritmos del caribe a los jazzistas estadounidenses. Sin embargo, no fue sino hasta la década de los cuarenta en que se dieron los primeros intentos de fusionar ambas corrientes musicales.
El 29 de septiembre de 1947 se presentó en el Carnegie Hall la Afrocuban Drums Suite que reunía el trabajo de dos grandes músicos negros, uno cubano y otro estadounidense, Mario Bauza y Dizzy Gillespie. Entre los dos lograron fusionar por primera vez, de una manera exitosa, la sección rítmica afrocubana con una orquesta de jazz.
Desde ese entonces, el latin-jazz ha continuado una sinuosa trayectoria en la que ha habido muchas variantes con diferentes niveles de éxito y creatividad (y falta de ella también). Después de todo, ser músico es una profesión como cualquier otra… Aplicando los conocimientos recientemente adquiridos podemos hallar una sólida justificación: Rem facias, rem si possis reite, si nom, qua cumque modo*
(*Gana dinero si puedes honestamente, si no de cualquier modo).
Por lo general, cuando se habla de jazz latino, se piensa en una sección armónica compuesta por bajo y piano y en otra sección de percusión que integran el bongó, los timbales y la batería que comparten la producción musical con una sección de vientos. En cambio Tolú es… justamente eso. Pero si bien expresa la complejidad rítmica de la música afro antillana y la intensidad de la improvisación jazzística, intenta demostrar que ese monopolio es injusto ya que el latin jazz también se nutre de una generosa paleta de colores latinoamericanos que incluyen la cumbia, el calipso, el merengue… y otros postres, recorriendo un camino que ya fuera transitado por ilustres referentes como Tito Puente, Mongo Santamaría y Poncho Sánchez.
El show inicia con los vientos a cargo de Almario, Kim y Velazco sirviendo de introducción a Five, tema que abre el Bongó de Van Gogh de 2002, trabajo que fuera nominado como mejor álbum de jazz latino en los premios Grammy. La experimentada trayectoria de los miembros de Tolú ofrecía garantías profesionales. Y aun cuando adoptan algunos ineludibles clichés del género, la banda suena potente, con frescura, gracia y convicción. El solo de saxo de Almario es justo, valga la redundancia. No por nada lo llaman el Coltrane latino. El tipo sabe y lo demuestra. Acuña, pese a la posición que ocupa en el escenario, no se queda atrás y arma un escándalo de proporciones combinando batería y percusión. Todo esto sin apartarse de una estructura que fusiona jazz, calipso y música afro.
Siguen con Rumbero’s Poetry, tema que da titulo al álbum de la banda editado en 1998. La rumba integra un conglomerado de ritmos traídos a Cuba a través del tráfico de esclavos provenientes de África. Aquí, la banda se nutre de la variante más compleja de la rumba, el denominado guagancó, estilo que a su vez tiene estrecha relación con el punto cubano, forma que deriva de la improvisación canaria y andaluza. Una deliciosa cadencia invita al desarrollo de los solos. Primero una atinada intervención de Velazco en trombón, luego un descomunal solo de John Peña en bajo de cinco cuerdas que aumenta en intensidad hasta derivar en un furioso slapping que empalma con la percusión. Sobre el final, la banda entra en un frenesí rítmico mientras Almario repite una y otra vez un estribillo cargado de vocalizaciones evangélicas.
El público parece disfrutar de la situación en concordancia con aquella máxima en latín que dice: Bis repetita placen, bis repetita placen, bis repetita placen* (*Las cosas repetidas gustan, las cosas repetidas gustan, las cosas repetidas gustan).
Además, me parece bien impulsar la fe. Es más, todos deberíamos creer en algo… por eso creo… que iré al bar a tomar una copa de vino.
Seguidamente anuncian El Danzón de Charlie, que no es otro que el clásico de Charlie Parker Donna Lee en ritmo de danzón. Una versión impecable que invita al baile y el cachondeo (¿cacho qué?). La banda mantiene una métrica de despiadada precisión mientras los solistas hacen su trabajo y el público, mayoritariamente latino, menea ipso facto y por motu propio su parte posteriori al compás. Buen solo de Joe Rotondi en piano, fervorosa intervención de Kim en trompeta, otro lujo de Almario ahora en flauta y la fiesta amenaza seguir in eternum…
A continuación hacen un tema inédito (al menos para mí) con aires de bolero y no de Ravel precisamente. El bolero procede de los compases de la contradanza del siglo XVIII pero luego fue incorporando características propias del danzón y la habanera, especialmente esta última por sus afinidades rítmicas. Luego de un hipnótico pasaje en flauta a cargo de Almario, Kim ejecuta con precisión un solo de trompeta con sordina mientras el resto invita a repetir un estribillo que dice “abandonando la ilusión que había en mi corazón por ti” y por la forma en que canta el público, es lógico que los abandone la ilusión.
Para finalizar, hacen el clásico de Coltrane Giant Steps con arreglos que conjugan conga cubana con un tempo moderado, rápidos compases y un ritmo binario propios del merengue dominicano. De pronto, los vientos filtran algunos fraseos del tema central de la película Encuentros Cercanos del Tercer Tipo y la gente festeja la ocurrencia sin dejar de bambolear las zonas más alejadas del área cognitiva (¡?).
Sin abstracciones, sin complejidades intelectuales.
Cogito ergo sum, vade retro.
O dicho de otra manera: Todo el mundo a mover su currículum…
Sergio Piccirilli