El Ojo Tuerto

Nels Cline Singers: Explicando lo inexplicable

La Trastienda– Buenos Aires
Jueves 10 de junio de 2010 – 21:00 hs.

A veces intentar explicar algo puede resultar una tarea ardua. Todo depende del entorno, por supuesto. Si a un científico le preguntamos: “¿cómo se llama aquello que describe la evolución temporal de una partícula masiva no relativista, de importancia central en la teoría de la mecánica cuántica donde representa para las partículas microscópicas un papel análogo a la segunda ley de Newton en la mecánica clásica?” Sin hesitar, el fulano en cuestión nos espetará con sumo orgullo: “Ecuación de Schrödinger”. Y estará en lo cierto.
Si bien, como usted sabe, mis conocimientos son en apariencia ilimitados, siempre he tenido algunos problemas con la “Ecuación de Schrödinger”. Es más, me sinceraré con usted. También se me complicaría explicarle “partícula masiva” y “mecánica cuántica”. En cuanto a la “segunda ley de Newton”, alguna idea puedo brindarle: por su propio enunciado, hay una primera. Y no me pida más.
A lo largo de mi vida personal he pasado por numerosos sucesos inexplicables. Demasiados, quizás. Pero una cosa es la sinceridad y muy otra apelar al “sincericidio”, no sé si me explico… De todas maneras nunca me preocupé demasiado por ello. Tenga en cuenta que fui a una escuela católica en la década del ’70 y que siempre fui bastante preguntón. Las respuestas obtenidas (cuando las había) me dejaban las asentaderas llenas de más preguntas. Pero esto, teniendo en cuenta los grandes misterios del universo, es cosa nimia.

Porque hay grandes misterios para los que no se ha encontrado a la fecha alguna explicación que conforme al menos al 50% +1, a saber: el Triángulo de las Bermudas, la construcción de las pirámides de Egipto, el Santo Grial, el peso del alma, las profecías de Nostradamus, el subcampeonato de Argentina en el Mundial ’90, el “hombre gato” y, fundamentalmente, el título del Racing Club de Avellaneda en 2001.
Así que a otra cosa, mariposa. A propósito… ¿cómo es eso que de una asquerosa oruga salga una mariposa que, además, vive un solo día? Tarea para el hogar…

Lo cierto es que a menudo nos topamos con sucesos inexplicables y esto hace que cada vez nos sorprendamos menos ante dichos acontecimientos. No obstante, algunas cosas aún (me) llaman la atención; una de ellas fue la visita a la Argentina de The Nels Cline Singers.
Del trío, conformado por Nels Cline (guitarras y efectos), Scott Amendola (batería, percusión y electrónicos) y Devin Hoff (contrabajo y bajo eléctrico), mucho hemos hablado en estas páginas; ya sea de sus álbumes como de sus presentaciones en vivo, estas últimas siempre bajo la mirada atenta y filosa pluma de Sergio Piccirilli,  nuestro-mucho-más-que-corresponsal-en-USA.. Por ello intentaremos no pecar de reiterativos; en parte porque sería prácticamente un copy-paste de mucho de lo ya antescrito (o ctrl+c / ctrl+v) y en mayor medida porque a la hora de pecar preferimos otras cuestiones, la verdad sea dicha.

Para su debut en la Argentina el trío no contaría, por una lesión, con Devin Hoff. Pero su reemplazante sería nada menos que Trevor Dunn (Fantomas, John Zorn, Mr. Bungle y un infinito etcétera). Y además, cual bonus track, la presencia de la tecladista Yuka Honda (Cibo Matto) como artista invitada. Presumiblemente, la base del repertorio se centraría en su notable última entrega Initiate. Pero habida cuenta del espíritu artístico escasamente sedentario del líder… y de sus acompañantes… mejor esperar.

A las 21:30 hs. el trío saltó al escenario de La Trastienda empecinado en poner a prueba el sonido y la acústica del lugar a base de distorsiones, sobreagudos, chirridos y varias lindezas por el estilo. De esta suerte de tsunami sonoro desembocan en una suave melodía, básica, envolvente, subyugante. Estamos en Forge, cuya cadencia hipnótica se hace añicos cuando Scott Amendola se dispone a recuperar, a pleno bombardeo percusivo, el tiempo invertido previamente en las perillas. Cline parece enloquecer con su pirotecnia adornada de efectos con llamativa autoridad mientras que Dunn dejó en claro desde el inicio mismo que no iba a cumplir el rol de un mero reemplazante. De semejante estallido sonoro, el trío se sumerge en una suerte de hard bop desde el contrabajo de Trevor Dunn y donde cortos fraseos preanuncian un solo de Cline de notable factura. El arduo y abrupto final deja a la audiencia con gesto de “¡oh!”.

Amenette lo tiene al guitarrista castigando a las cuerdas con una varilla metálica (o similar), mientras va adosando sus Clinertronics hasta conformar una suerte de “Cline Spacial Orchestra”, pero de un solo hombre. Amendola y Dunn se suman para ir conformando un pasaje que se va endureciendo y solidificando progresivamente. Estamos ya en A Mug Like Mine, de Instrumentals (2002). Vaya uno a saber cómo es que el trío aterriza en un pasaje camarístico tan bello como potente, con Dunn mostrando su ductilidad con el arco. Otra gran intervención (geométrica, si se me permite) de Nels Cline, con Scott Amendola oficiando de rompeportones, Dunn que se siente más titular que nunca y el espíritu de Ornette Coleman, cuya presencia no hay manera de eludir.

Cuando Nels Cline se dirige, tímidamente, por vez primera al público lamentándose de su desconocimiento del castellano, parece haber sido desenchufado; de ese flaco desgarbado e hiperkinético, a un hablar pausado y calmo que descoloca casi tanto como lo ofrecido en la primera media hora de concierto. Presenta entonces Blues, Too, dedicado a “uno de los mejores improvisadores de la guitarra”, un tal Jim Hall. Blues de sonido prístino y contrastante con lo escuchado hasta aquí, con un Amendola exquisito en escobillas, con el trío homenajeando con respeto y buena dosis de humor; El baterista realiza un solo en el que demuestra admirables recursos y una técnica deslumbrante. El retorno del trío al cuerpo de la composición es de fogón, impecable, sutil, pero una voz interior me dicta “a Jim Hall acaba de atravesarlo un asteroide”. Y yo le doy la razón.

Esta suerte de relax dura hasta el inicio de Attempted (de Draw Breath, 2007). Desde el inicio, un alegato en el que se funden el free jazz, el rock, la psicodelia y la electrónica. Trevor Dunn debe estar recordando a alguna suegra por la manera en la que azota a las cuerdas de su contrabajo con el arco. Mientras se lleva a cabo una suerte de duelo entre Amendola (batería y electrónicos) versus Dunn (contrabajo cuasi cello), Cline aprovecha para procesar unos alaridos (propios) proferidos a su guitarra mediante un aparato a designar. Amendola quiere ganar aunque sea por penales y comienza a dar golpes tribales sobre los tambores. Cline larga en forma progresiva lo pregrabado mientras Dunn sigue con el arco (del instrumento) entre ceja y ceja. El final los encuentra acelerando la melodía inicial hasta lo indecible provocando un final explosivo, abrumador, apocalípticamente celestial.

Thurston County, dedicado al guitarrista de Sonic Youth Thurston Moore, e incluido en Coward (2009), álbum solista del guitarrista pero que también cuenta con su versión en vivo en el reciente Initiate, lo tiene nuevamente a Nels Cline experimentando con los electrónicos y grabando loops en tiempo real que serían disparados en tiempo y forma. Con Trevor Dunn en bajo eléctrico y luego de este inicio emparentado con la música electroacústica pero con intenso aire psicodélico, el trío aborda el rock de manera contenida, con el bajista como líder circunstancial. Indie-rock, surf, pop alternativo y aledaños en un épico trayecto con Amendola brindando imaginativas coloraturas desde una base simple y contenida y Nels Cline que parece querer inmolarse con poco más de tres acordes. Al igual que el resto de los asistentes, sobrevive. Aunque cueste creerlo.

Ingresa Yuka Honda en sintetizador para otras dos piezas que se suceden sin pausa alguna: B86 (Inkblot Nebula) seguida de la inédita Thoughts on Caetano (nombre inspirado imaginen en quién). Una breve introducción en batería desemboca en un pasaje sutil, etéreo, intrigante, espacioso y espacial. Un entramado sonoro del que queda al margen sólo Dunn (nuevamente en contrabajo), pero que luego decide sumarse atacando con vehemencia a su instrumento a puro “arcazo”. Amendola comienza a grabar sonidos percusivos en su set de electrónicos para, una vez disparados, “maraquear” sobre ellos. La base brinda la imagen de un tren apareciendo y desapareciendo reiteradamente por un túnel. Yuka Honda sostiene no sólo al trencito sino también a otra sutil intervenciñón de Cline. Dunn decidió mudarse al bajo eléctrico para un final con indisimulable espíritu carioca.

La bella You Noticed, con Dunn en contrabajo y protagonismo del bueno, se afianza en el sintetizador de Honda mientras Cline parece querer llevarnos a pasear por una pradera. El momento tiene su correlato en el inicio de Divining; Amendola muestra una vez más su ductilidad aportando sonidos de kalimba, semillas y aditamentos varios. Su pericia se traslada a una entrega con escobillas que resulta terreno fértil para que Dunn y Cline comanden una melodía de extraña belleza que emociona y envuelve. En la percusión, aportan Yuka Honda y un tal Jorge Báez. El clima se va endureciendo, enturbiando, con el guitarrista profiriendo algunos sonidos guturales en un final enérgico, arrollador y deslumbrante.

Para King Queen, Yuka Honda regresa al sintetizador. El groove que aporta ese tandem imbatible conformado por la batería de Amendola y el bajo eléctrico de Dunn, se sostiene en aportes minimalistas de Honda, cuyo teclado recuerda con nitidez al viejo y querido Farfisa. El resultado es una extraña mixtura entre el jazz rock setentista, ritmos afro-latinos y elementos del soul y el funk. La guitarra de Cline suena prístina en una entrega que nos retrotrae al Santana de Caravanserai. Un buen solo de Honda desemboca en otro de Cline que, como gran parte de lo escuchado durante el concierto, aún está por inventarse. La faena de Amendola aquí es imposible de describir con otro epíteto que no sea “genial”. Final de notable complejidad para quitar el poco aliento que todavía nos quedaba…

El reclamadísimo bis recayó en Something About David H., del álbum The Giant Pin (de 2004). Un inicio ambient, reflexivo, intimista, que lentamente va tomando forma de canción, con un Nels Cline sentido (¿herido?) mostrando que también sabe desenvolverse con comodidad en el ascetismo. La soberbia y ubicua entrega de Dunn aporta no poca cosa en esta suerte de requiem. Pero la tristeza explota trastocándose en un bucólico blues comandado por Dunn y Amendola con precisión y contundencia. La entrega pirotécnica de Nels Cline es de imaginación inaudita. Final.

The Nels Cline Singers ha brindado, en su única actuación en Argentina, un concierto memorable. De ésos que no hay manera de transmitir con palabras. Ni con gestos. Asumo en este caso mis limitaciones, claro está; pero no tengo dudas de que se ha tratado de uno de los eventos artísticos más trascendentes que ha pasado por estas tierras en mucho tiempo.
He hecho todo el esfuerzo posible, créame.
Pero debo rendirme ante la evidencia.
Es imposible explicar lo inexplicable.

Marcelo Morales

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