Por Los Codos

Horacio Fumero: La Música Es Muy Poderosa; Nosotros No

Horacio FumeroEs generoso y querible.
Desde aquí lo hemos bautizado el GCA, es decir, el Gran Contrabajista Argentino.
Pactamos para encontrarnos una mañana de mayo en un departamento de la Capital Federal.
Un par de sillas, un ventanal importante, un pequeño equipo de audio, obviamente el contrabajo y la invitación a compartir un mate de varios termos.
Y el Horacio.
El Fumero.
El Isoca.
Parece mentira por la sencillez, por su mirada cristalina, por sus movimientos repletos de una humilde elegancia, por la calidez, por la predisposición, que estemos frente a un músico increíble, que no sólo ha sido el contrabajista del notable pianista catalán Tete Montoliú durante casi 20 años, sino que además grabó y giró con el Gato Barbieri en la etapa más potente del saxofonista y compartió el escenario con algunos nenes: Freddie Hubbard, Johnny Griffin, Horace Parlan, Danilo Pérez, Joe Newman, Harry "Sweets" Edison, Philip Catherine, George Cables, Idris Muhammad, Bobby Hutcherson, Cedar Walton, Oliver Jones, Woody Shaw, Benny Golson, James Moody…
Residente en Barcelona, su presencia en la Argentina se debe a la serie de actuaciones del Tango Reflections Trio. Este año además marcó la edición del esperado Isoca (ya comentado en nuestro número anterior) y también participó en el último trabajo de Luis Salinas.
Horacio Fumero habla mucho y bien, con una tonada donde se mezclan su origen santafecino y su cuarto de siglo de estadía en Barcelona.
Y no le rehúye a nada; por eso cuando intentamos bucear en sus comienzos dice:

Leon GiecoAh… ¿empezamos de cero? Entonces empecemos por Cañada Rosquín, porque yo soy de allá, qué joder. Nos vinimos con el León (Gieco) a Bs. As. Teníamos un grupo juntos que se llamaba Los Moscos; no habíamos grabado ni nada, ganamos algún concurso, estuvimos en la televisión de Rosario… esas boludeces… yo al principio tocaba guitarra y después bajo eléctrico. Conocimos a un músico de acá, un tal Droopy Gianello que nos escuchó y nos dijo que lo fuéramos a ver a Buenos Aires.
Una vez acá, León encontró un laburo en una empresa de teléfonos (creo que era Entel) y yo conseguí en La Vascongada, en el laboratorio; y resultó que mi jefe (Carlos Coaglino) fue el tipo que me hizo socio de la Biblioteca Lincoln y el que me hizo escuchar los primeros discos de jazz en serio de mi vida.

¿La Lincoln que estaba ahí en la calle Florida?

Ésa misma. Mirá lo que son las cosas, porque encontrar en medio de diez millones de personas a un tipo que le gustara el jazz y que encima fuera mi jefe.. en esa época… debe haber sido el único jefe de laboratorio en Latinoamérica que le gustaba el jazz en ese momento, finales de los ‘60s. Yo caí ahí…

Hasta ese momento el jazz a vos, por el costado, ¿no?

Tenía referentes… por la Radio Universidad de Santa Fe, que tenía un programa que lo hacía (Juan José) Saer, pero muy poco; es que cuando yo era pibe, lo que se asociaba con la palabra jazz era una mierda que no me gustaba nada, cosas como Glenn Miller que siguen sin gustarme. Una vez en Buenos Aires, este jefe mío me mostró a Miles Davis y descubrí a Coltrane.
Fumero - GiacobbeAunque debo decir que ni bien llegué a Bs. As. lo primero que hice fue buscar un maestro de armonía y encontré a Santiago Giacobbe, que fue el tipo que a mí me orientó y que ahora vive en Barcelona. Por medio de él conocí a mucha gente maravillosa, uno de ellos Pablo Kohan, hoy periodista; Pablo tocaba a lo McCoy Tyner, esa onda y tocaba del carajo con 17 años. Su hermano, Eduardo, tocaba el saxo y el líder de toda esta historia era un tal Tipy Jaureguiberry a quien nunca más vi; él tenía todos los discos, todos los libros, pintaba, tocaba el saxo; yo a través de él me hice aficionado a la ciencia ficción; había un baterista, Jorge Krivoshey (hoy en París), Miguel Bahamonde, un trompetista que está en California. Con todo esto, empecé a estudiar en el Manuel de Falla con Greco, gracias a una sugerencia del Negro González, que cuando fui a pedirle que me enseñara me dijo “pibe, andá a un conservatorio”. Fue el favor más grande que me hicieron en mi vida. Fui al conservatorio y empecé a laburar en serio el contrabajo como se tiene que hacer.
Pero me dispersé, la cuestión era que con el Tipy, Pablo Kohan y Jorge, teníamos el New Jazz Quartet, pero también teníamos el Trío Isoca, que era lo mismo pero sin piano. Y tocábamos…, era bastante free lo que hacíamos, recién habían salido los últimos discos de Coltrane y tocábamos eso; y de ahí, para adelante, free furioso. Y no sé cómo pero conseguíamos que nos dieran algo de bola. Así lo conocí a Carlos Inzillo que nos hizo tocar en el Santa María del Buen Ayre (tengo un recorte de diario de esa época). Y no sé cómo pero conocí a Gustavo Keresteszachi, que murió hace muchos años en París, uno de los grandes pianistas argentinos que incluso llegó a tocar con Piazzolla, pero uno de los grandes Jazzman; su nombre hay que ponerlo bien grandote, un genio que tuvo la desgracia de saber más que los demás y no tener Fumerovergüenza de eso; un tipo que no quería meterse en el mundo de los jingles ni ninguna de esas porquerías, sino que quería que le pagaran por lo que quería tocar.
Y tocaba del carajo.
El tipo se tocaba entero todo Giant Steps y la gente no entendía nada. Era un genio… estaba medio loco también pero éste aportaba mucho, como por ahí lo estaba también Bud Powell, pero a él lo cuidaron. Acá a Gustavo le patearon la cabeza, molestaba por lo que sabía, un problema que tenemos en general los latinos. Nos cuesta darnos cuenta por nosotros mismos qué es lo que vale y lo que no, como que necesitamos siempre la referencia de un tercero. Tal vez sea por una cuestión cultural y hablo de la música. Yo dudo que la mayoría de los músicos jóvenes de jazz sepan quién era ese tipo y fue uno de los tipos que abrieron el arado, que hacían jazz muy en serio, pero 30 años antes. Pero me fui…

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