Por Los Codos

Fernando Tarrés: Con Guitarra Es Otra Cosa

Cuando vos arrancaste la única información a mano eran los discos o alguna revista que llegara circunstancialmente. En contrapartida, ahora hay un exceso de información, tenés prácticamente todo a mano. ¿Cómo se hace para estar inmerso en todo eso y a su vez poder tener una voz propia, un lenguaje?

Enrique NorrisA mí me parece que ahí sí talla realmente lo individual de manera grossa. Yo siento que el que está… no quiero volverme mágico, pero… el que está de alguna manera predeterminado a contar una historia propia, va a hacer de los elementos que le sean dados, esa historia propia. Yo lo he visto pasar con chicos, algunos que no tienen nada que decir y otros que sí tienen qué decir y veo que de estos últimos los hay con muchos, medianos o pocos recursos y siempre dicen algo; es notable. Ejemplos: Enrique Norris en contraposición a otros trompetistas, tiene probablemente menor cantidad de recursos técnicos y en un punto (aunque tal vez esto sea medio arriesgado decirlo) también menos información, de música escuchada. Y el tipo, con el número de elementos que tenga, tiene un universo. Eso está en cada uno. Lo que sí me parece que es más social, cultural o educativo es el hecho de la vocación de búsqueda de ese lenguaje; después, el que lo encuentre o no, sí tiene mucho que ver con la estructura interior de cada uno; es una cuestión demasiado personal y ahí entonces talla la diferencia de quién nació con y quién nació sin. Lo que sí está bueno que es hasta donde la sociedad o el grupo artístico o el circuito educativo, lo que sea, puede hacerse cargo, es en fomentar la conciencia de que sin eso, no vale la pena. Es como decirle a un tipo que está estudiando desde muy chico “mirá, la cuestión pasa por lograr hablar con esto, por lograr decir algo y que sea interesante lo que tengas que decir y que todo lo que pasa por vos puedas tamizarlo hasta lograr una masa que sea única, que sea tuya”. Hasta ahí es donde uno puede transmitir; después… bueno, estoy convencido de que el que tiene que decir algo lo dice y el que no tiene nada que decir… puede parecer que lo dice, pero en última instancia no lo dice. Y esas son las cosas que el tiempo hace que más allá de la virtud o la importancia que autónomamente tenga una obra, un año de un compositor, un disco en sí, lo importante pase a ser la obra en su conjunto, el dibujo completo, que vos mirás atrás y percibís el calibre artístico de alguien, que o bien se reinventó millones de veces, o encontró esto y creció y después se hartó y viró hacia otro lado… eso es lo que a mí me atrae particularmente, yo valoro mucho eso en un artista, como vida artística. Después están los productos puntuales que ese artista logró crear.

Independientemente de los gustos personales, ¿ves que aquí hay artistas con sonido propio?

Sí… a ver… estoy pensando en cuánto de un sonido  propio es porque laburaron un lenguaje personal y cuánto es de… digo… si vos sacás una foto en Alaska hay un color propio, pero nadie hizo nada para que eso pase: es Alaska y si lo ves desde Argentina, el color de esa foto va a ser raro. Estoy tratando de separar los elementos que harían en un músico argentino que sea único porque encontró algo único o simplemente porque nació en Argentina. De por sí hay una cuestión única porque la tenemos todos que es cómo hablamos, cómo caminamos, etc. Más allá de esas diferencias o individualidades que genera tan sólo estar en un lugar determinado en el mundo, hay un grupo que va creciendo que sí, que va desarrollando un lenguaje único… sí… definitivamente. Enrique Norris es indudablemente una persona única, Ernesto Jodos me parece que más y más va delineando una cosa que es como un universo propio y que está bueno, es como que le va encontrando más y más la manera de que todo lo que hace lo termina haciendo propio. Va como abordando distintos aspectos, enfocando distintos ángulos y pareciera como que cada nuevo ángulo que focaliza hace que los que abordó antes ya estén tamizados. Yo empiezo a sentir que el tipo realmente se consolida artísticamente. Y también creérsela ayuda y hasta sin querer volvemos al tema de la prensa: cuánto hace bien y cuánto hace mal. Suponéte, este boom pseudo inventado del jazz está bueno en una cosa: Borges dice en un prólogo, por supuesto que en palabras mucho más elegantes que éstas, que de alguna manera los movimientos, las escuelas, las corrientes estéticas son una sanata en el sentido de que la sola existencia de una escuela a veces implicaría la inexistencia de otra. Como que son movimientos que se niegan mutuamente: si esto es válido, consecuentemente aquello no lo fue. Y eso es patético, porque en el arte no es así. Pero si hay una virtud que él ve en las “movidas”, es la de arengar a sus miembros. Y eso está buenísimo. Es como que creérsela, sentirse parte de este movimiento, definitivamente entusiasma y te mantiene activo, te mantiene alerta, te mantiene el deseo vivo de generar más. Yo creo que va a haber que esperar para ver plasmado qué es lo que sirve y lo que no, qué es lo que tiene una validez más universal y qué no la tiene, pero son estadios posteriores. Yo creo que además hay experiencias como artista que te tocan cuando empezás a mostrar tus cosas ante diferentes públicos que lo que hacen es quitarle este colchón protectivo a la propuesta artística de lo que es el mito local, del estilo “uh, este tipo es un capo” y nada, termina siendo una cosa retroalimentada donde va tu gente que te adora y te volviste un músico de culto y te escucha… y como decís vos, los bolsillos llenos de gloria. Y cuando vas afuera, lo que tiene de bueno -si lo tomás con honestidad- es como una posibilidad de testear, lo cual no quiere decir que lo vuelva inválido incluso si te va mal, no quiere decir que tu lenguaje no sirva para nada, pero está bueno decodificar qué de ese lenguaje está atomizado por las creencias locales y qué de ese lenguaje sobrevive esas creencias o mitos locales.

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